viernes, 6 de enero de 2012

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Ahora. Por fin. De pronto mi cuerpo se adaptó al colchón y se hundió un poco más... solo unos milímetros, pero lo suficiente para que me pesaran los párpados. Las ideas se apartaron unas a otras y la rabia fue cediendo. Todavía estaba suficientemente despierta para disfrutar del vacío, pero demasiado cansada para estar triste. Tal vez incluso me esperara algún sueño. Algún sueño reconfortante. Algo que me hiciera pensar por un momento que era otra persona.

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